¿El mejor momento
de mi jornada?

La noche ha llegado, después de un año, mi mente se reconcilia con mi imaginación y sentimiento. Recurro a mi block de Gmail y rebusco entre sus líneas discordantes interpretaciones de antaño. Tétricas creaciones inéditas, recuerdos que quedaron engrapados en un mural escondido e inhabitable. La noche se precipita laboriosamente atrapando siluetas de hormigón en este valle. Me desprendo de la rutina de la preparación de clases y demás espacios académicos. Me atrapa el júbilo de las vacaciones, además, de retornar a mi espacio de exteriorización y despego de lo imaginable y sensible.
El silencio se hace presente, muy distantes se perciben ruidos de motores vagabundos que recorren vías y callejas empapadas de transeúntes. Observo mi celular, cual lámina de esplendor mágico; el crepitar de alerta me advierte la entrada de mensajes a través de las redes sociales, con un suave respirar cuando está dormido.
Respiro profundo y me dejo llevar por el momento. Un poco de música relajante recorre con fulgor mi cuerpo. De inmediato, como un rayo de luz se aclaran mis sentidos. Me observo ahí, mientras camino. Percibo todo lo que me rodea, gente que viene y va, cada uno con sus cavilaciones. Sonrío y saludo a quien pasa cercano a mí. Algunos responden, otros ignoran lo mío.
Vislumbro el cielo. No hay nube alguna. Refleja un celeste profundo. Me habla de pureza, serenidad y eternidad. Reflexiono: "Gracias por este momento, me merezco todo lo bueno de este mundo, no para el temor o la culpa".
Es 26 de julio (11:03 pm.) me despego de esa imaginación. Otra vez cierro mis ojos, echo mi cabeza hacia atrás y me dejo tocar por la noche. Extiendo mis brazos, percibo la tranquilidad como un canto, solo la noche, ¡oh, noche!...Mañana será otro día.
Publicar un comentario